Hoy vamos a hablar sobre un tema muy importante y a la vez muy complicado: la disciplina en la compasión. Sé que suena un poco serio y aburrido, pero no te preocupes, voy a tratar de explicarlo de manera divertida.
Lo primero que tenemos que entender es que la compasión no es algo que debamos expresar sin medida y sin control.
Ser compasivo no significa que tenemos que ayudar a todo el mundo en todo momento, sin importar si nos afecta a nosotros mismos.
Es importante que seamos conscientes de nuestras propias necesidades y límites, y que evaluemos cada situación antes de ofrecer nuestra ayuda. De
lo contrario, podemos acabar comprometiendo nuestra propia salud y bienestar.
Por otro lado, también debemos ser cuidadosos en cuanto a hacia quién dirigimos nuestra compasión. A veces, nos sentimos más compasivos hacia extraños que hacia las personas cercanas a nosotros. ¿Te ha pasado esto? Si es así, debemos preguntarnos por qué y tratar de equilibrar nuestra atención y ayuda entre ambas.
Otra pregunta que debemos hacernos es si nuestra compasión proviene de la culpa. A veces, nos sentimos mal por no hacer más por los demás, y esto nos lleva a ofrecer ayuda de manera impulsiva y poco cuidadosa. Debemos tratar de evitar esto y ser más conscientes de nuestras verdaderas motivaciones.
Por último, te propongo un ejercicio divertido y constructivo. Piensa en alguien que conoces que esté pasando por una situación difícil, y trata de ofrecerle tu ayuda de manera focalizada y específica. Evalúa sus necesidades y trata de ayudarle de la mejor manera posible, sin comprometer tus propias necesidades. ¡Verás cómo te sientes mucho mejor al haber sido compasivo de manera consciente y cuidadosa!
