A ver, Yishai, vámonos directito al punto, pero con ese toque humano que hace que la gente diga: “ah caray… esto sí me hace sentido”.
La mayoría crecimos escuchando que “no cenar es de niños castigados” o que “si no comes cada tres horas te vas a desmayar”. Y sin querer, esa programación se nos quedó grabada tan profundo que cuando sentimos el estómago medio vacío, lo confundimos con peligro. Pero hoy te quiero compartir algo que vale la pena recordar: el cuerpo también necesita silencio, descanso y espacio… incluso para digerir.
Ayunar no es una moda nueva. Al contrario: es una práctica milenaria que aparece en casi todas las culturas que se tomaban en serio la salud física, mental y espiritual. Desde los monjes taoístas que afinaban su energía con periodos de pureza interna, hasta los sabios kabbalistas que ayunaban para limpiar el cuerpo y elevar la conciencia. Y ahora la ciencia moderna se subió al barco solo para comprobar lo que los antiguos ya sabían: darle un respiro al estómago activa procesos de depuración, regeneración y claridad mental que simplemente no ocurren cuando estamos comiendo todo el día.
Cuando ayunas, no solo purificas.
También fortaleces tu voluntad.
Te das cuenta de que no dependes de un antojo para funcionar, sino que tienes un motor interno mucho más poderoso llamado equilibrio.
Yo empecé igual que muchos: con un ayuno de 24 horas al mes. Suavecitos, sin drama. Pero cuando vi los beneficios —energía más limpia, digestión más ligera, mentalidad más enfocada— entendí que era una práctica que valía oro. Hoy hago varios ayunos intermitentes de 16 a 20 horas por semana, y la diferencia es enorme: duermo mejor, pienso mejor, entreno mejor… y vivo mejor.
Por eso siempre comparto esta idea, simple pero potente:
“Haz al año al menos un ayuno por cada año que tengas de vida.”
Si tienes 50 años, te tocan 50 ayunos. Uno por semana, más o menos. Fácil, práctico, realista. Y sobre todo, profundamente transformador.
Y aquí viene lo más importante: no te estoy invitando a sufrir, a castigarte ni a pelear con tu cuerpo. Te estoy invitando a hacer las paces con él.
A descubrir que ese pequeño huequito vacío en el estómago no es carencia; es espacio para sanar.
Es tu propio sistema energético diciéndote: “Gracias. Por fin me estás dejando respirar.”
Si hoy estás buscando claridad mental, salud real, ligereza, enfoque y un pequeño empujón para recuperar control sobre tu vida… este es el momento ideal para experimentarlo. No mañana, no la “siguiente semana”. Hoy. Porque cada día que posponemos, nos alejamos un paso de esa versión más fuerte, más libre y más consciente que estamos intentando construir.
Dale una oportunidad a tu cuerpo.
Él ya sabe qué hacer.
Solo necesita que tú te atrevas a escucharlo.




Deja un comentario