Todos cargamos con una mezcla de emociones que, a veces, ni siquiera sabemos nombrar. Y no es porque no las sintamos… sino porque las hemos enterrado tan profundo que ya no sabemos cómo sacarlas. Por eso, quiero regalarte una herramienta simple pero poderosa: el ejercicio de completar frases. Es como tender un puente directo entre tu inconsciente y tu conciencia, para que por fin escuches lo que de verdad pasa dentro de ti.
La idea es sencilla: lees una frase incompleta y dejas que la primera respuesta que llegue a tu mente salga sin filtros. Nada de “pensarlo bien” ni de adornarlo para que suene bonito. No buscamos poesía… buscamos tu verdad. Porque cuando sobreanalizas, tu mente se mete de metiche y empieza a inventar justificaciones, y ahí se pierde la magia.
Por ejemplo:
- “Siento que mi vida está llena de ___________”.
- “Si tuviera __________ me sentiría más __________”.
- “Me siento frustrado por ___________”.
- “Quisiera decirle a __________ que siento __________”.
- “La felicidad para mí es __________”.
- “El dolor que llevo es __________”.
- “Si pudiera mejorar mi vida sería __________”.
- “Si le agregara un 10% de motivación a mi vida lograría __________”.
Cuando las personas hacen este ejercicio —y lo digo por experiencia personal y por lo que he visto con cientos de alumnos y pacientes—, pasan dos cosas: primero, descubren que lo que realmente sienten no siempre coincide con lo que creían. Segundo, empiezan a ver soluciones que antes estaban tapadas por capas de pensamiento y excusas.
Después viene la segunda parte, y aquí es donde el cambio empieza de verdad. Cuando hay algo o alguien que te molesta, pregúntate:
- ¿Es real lo que siento?
- ¿Estoy completamente seguro de que es real?
- ¿Cómo reacciono al pensar que es real ese sentimiento?
- ¿Cómo sería si no tuviera ese sentimiento?
Estas preguntas son como abrir ventanas en un cuarto cerrado: entra aire fresco y puedes ver todo con más claridad. De pronto, lo que parecía un muro infranqueable se convierte en una puerta. Y esa puerta te lleva al siguiente paso: moverte de la reacción emocional automática hacia una acción consciente que te beneficie.
La empatía aquí es fundamental: todos, en algún momento, hemos sentido que la vida nos rebasa, que algo nos frustra, o que llevamos un dolor que no sabemos cómo soltar. No estás solo en esto; la diferencia está en decidir hacer algo al respecto, hoy.
El momento de aplicarlo es ahora. No mañana, no “cuando tenga tiempo”. Si de verdad quieres avanzar, regálate 10 minutos para completar las frases y responder las preguntas. Tu yo del futuro te lo va a agradecer… y mucho.
Porque al final, la vida no mejora por accidente: mejora cuando tienes el valor de mirarte por dentro y mover las piezas que solo tú puedes mover.




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