¿Te ha pasado que alguien solo te dice “oye, ¿podemos hablar?” y ya sientes que hiciste algo mal, que te van a correr o que te va a caer la voladora? Sí, a todos nos ha pasado. Es que a veces no es lo que se dice, sino cómo se dice. Y ahí empieza esta historia de cómo, sin darnos cuenta, podemos convertirnos en mini monstruos de terror emocional… aunque solo queríamos decir algo honesto.
Así que ponte cómodo, agárrate tu cafecito o tu té (o tu agüita si andas zen), porque hoy vamos a hablar de eso: cómo ser firmes y claros sin asustar a nadie. Porque no se trata de andar con miedo… pero tampoco de andar metiendo miedo.
¿Eres piedra… o piedra con dientes?
A ver, las piedras son duras, ¿verdad? Pero no por eso nos dan miedo. Podemos hasta sentarnos en ellas o usarlas para hacer caminos. El problema no es ser fuerte o firme… el problema es cuando la piedra tiene colmillos, gruñe y parece que en cualquier momento nos va a morder.
Y muchas veces, sin darnos cuenta, eso es lo que proyectamos: gruñidos disfrazados de honestidad.
Porque una cosa es ser directo, y otra cosa es lanzar verdades como si fueran cuchillos. ¿Sí o no?
Microagresiones: esas cositas que no parecen tan graves… pero lo son
Tú puedes decirle a alguien:
— “¿Cómo estás?”
Pero si lo dices con los ojos en blanco, tono cortante, ceja levantada, y con ese suspiro asesino que dice “ya me estás hartando”… pues la pregunta ya no se siente tan amable.
En medicina tradicional china, esto se parece mucho a lo que pasa cuando el hígado anda tenso. El hígado —según esta visión— es el encargado de mantener el flujo libre del qi, la energía. Pero si hay frustración o ira contenida, ese flujo se bloquea, y lo que sale es… explosivo.
Y en Kabbalah, esto es como cuando la Luz se oculta porque la vasija (o sea tú) no está lista para compartir sin ego. Tú dices que hablas “por su bien”, pero si hay juicio, impaciencia o ganas de ganar la discusión, ya no es luz: es sombra con máscara de consejo.
¿Te tienen confianza… o te tienen miedo?
Ahora vamos a lo práctico: piensa en alguien que admiras. ¿Esa persona te grita? ¿Te hace sentir chiquito cuando te equivocas? ¿O te habla con calma, te escucha, te guía, y si la riegas no sientes que te va a caer un rayo?
Todos queremos ser esa persona que inspira respeto, no miedo. Porque el miedo desconecta. Hace que los demás se pongan a la defensiva, que no digan lo que sienten, que escondan errores o que simplemente… se alejen.
Y eso no solo pasa con desconocidos, ¡también con tus seres queridos! ¿De verdad quieres que tus hijos, tu pareja, tus amigos o tus alumnos tengan miedo de hablar contigo?
Ser asertivo es un arte… no un grito
Ser asertivo no es hablar fuerte ni rápido ni con cara de “a mí no me vas a ver la cara”. Es decir lo que piensas con respeto, con claridad, con tono amable, con pausas que den espacio para respirar.
💡 Tip de oro: en Taoísmo, la armonía es la clave. El sabio no empuja, no impone. Él fluye como el agua: suave, pero capaz de moldear hasta la piedra más dura.
Así también puedes ser tú: firme como el bambú, que se dobla pero no se rompe. O como el sol, que ilumina todo sin gritarle a nadie.
5 prácticas para dejar de parecer un ogro con buenas intenciones:
Respira antes de hablar. Literal. Inhala… exhala… y luego dilo. Cuida tu tono. A veces la forma vale más que el fondo. No hables encima de los demás. Dale chance a la otra persona de responder, no de defenderse. No invadas espacios. Ni físicos ni emocionales. Sé suave, da margen. Revisa tu intención. ¿Quieres tener la razón o quieres construir algo con esa persona?
Al final del día…
La verdadera fuerza no se demuestra con gritos ni con sarcasmos. La verdadera fuerza es poder mantener la calma cuando todo te dice que explotes. Es hablar claro sin herir. Es mirar a alguien a los ojos y que se sienta seguro, no juzgado.
Imagínate que tu presencia fuera como un templo: un lugar donde los demás se sienten en paz, no en juicio. Un lugar donde la verdad se dice, sí… pero con ternura, con sabiduría, con corazón.
Así que ya sabes, sé roca… pero de esas que dan sombra. Sé firme… pero sin convertirte en licántropo cada vez que te molesta algo.
Y sobre todo: que la gente no te tema, que te respete y te admire por la paz que irradias.
Porque ahí está el verdadero poder.
¿Te gustaría compartir este mensaje con alguien que habla como si tuviera megáfono en la garganta? ¿O quizá tú eres esa persona y es hora de cambiar el tono?
👀 Coméntame qué piensas, y si ya has tenido experiencias con “personas piedra con colmillos” —¡o si alguna vez tú lo fuiste!
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