Tu Yo Puedo está resfriado, pero se cura. Y así se hace…”

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¿Te ha pasado que sabes qué tienes que hacer, pero algo dentro de ti se cruza de brazos y dice: ‘Nel, no puedo’?

Así como si tu energía se metiera debajo de las cobijas a media mañana y no quisiera salir ni aunque le prometas tacos al pastor. No es flojera. Tampoco es falta de ganas. Es algo más profundo, como si tu yo puedo estuviera enfermo. Sí, suena raro, pero espérate tantito que esto se va a poner bueno.

🌱 Imagínate esto…

Vas caminando por la vida con un pequeño guerrero interior que se llama “Yo Puedo”. Este compita es el que te ayuda a levantar la mano, a decir “yo lo intento”, a echarle huevos aunque estés temblando. Pero a veces, sin darnos cuenta, ese guerrero se va enfermando. Le da tos de inseguridad, fiebre de dudas, o se queda afónico por tanto “no puedo” que escucha de ti mismo. Y claro… cuando tu “yo puedo” está enfermo, todo se vuelve cuesta arriba.

🧠 ¿Por qué se enferma ese “Yo Puedo”?

Primero, porque hay un enemigo disfrazado de buena intención: el “no puedo” preventivo. Es ese que te susurra al oído:

“Mejor no lo intentes, no vaya a ser que falles.”

“¿Y si haces el ridículo?”

“No es tu momento, espera a estar 100% seguro.”

Y ese “no puedo” se mete como humedad en los cimientos de tu autoestima.

Ahora va lo chido: la mayoría de las veces no es real. Es puro miedo vestido con traje de prudencia. Y en lugar de escucharlo, lo que tienes que hacer es observarlo con lupa:

¿Quién te enseñó a pensar así?

¿Cuándo empezaste a creer que no eras suficiente?

Porque ese virus del “no puedo” se contagia desde niños: por críticas, comparaciones, fracasos mal digeridos o expectativas ajenas.

💡 La medicina para tu “Yo Puedo” existe

Y no, no se compra en la farmacia. Es más bien una mezcla de conciencia, compasión y práctica. Aquí te va la receta:

1. Deja de justificarte tanto.

Cada que dices “yo puedo” y lo acompañas de veinte argumentos, abres la puerta a la duda. A veces, con que tú lo sientas es suficiente. Que no se te atore el “sí puedo” solo porque no sabes cómo explicarlo.

2. Ve lo bueno incluso cuando no sale perfecto.

En la Kabbalah diríamos que tu alma vino aquí a aprender, no a impresionar. Cada intento cuenta. Según el Tao, lo suave vence a lo duro, así que sigue caminando aunque sea lento, pero sin rendirte.

3. Piensa como observador, no como juez.

¿Fallaste? No eres un fracasado, eres alguien en pleno entrenamiento. ¿Te equivocaste? Bienvenido al club de los que aprenden en serio. ¿Te da miedo? ¡Eso solo significa que vale la pena!

4. Acepta tus heridas con dignidad.

Todos traemos cicatrices. No las ocultes, úsalas como medallas de guerra. Si te caíste, no significa que la vida te odia, solo que estás caminando. Y caminar cansa, a veces duele, pero te fortalece.

5. Cree que todo esfuerzo tendrá su recompensa.

En la medicina china se habla del Qi, esa energía vital que fluye cuando el cuerpo y la mente están en armonía. ¿Y qué crees? El “yo puedo” es una de las formas más potentes de mover el Qi. Si tú crees en ti, tu energía también lo hace.

🌀 Una historia rápida para aterrizar esto

Una vez una amiga me dijo:

“Es que siento que no puedo con mi vida.”

Le pregunté:

“¿Qué harías si tu mejor amiga estuviera en tu lugar?”

Y sin pensarlo dijo:

“La abrazaría y le diría: claro que puedes, aunque llores.”

¡Ándale! Exactamente eso tienes que hacer contigo. Dejar de criticarte tanto y empezar a hablarte bonito. Tu “yo puedo” no necesita gritos ni presión, necesita apapacho y confianza.

Tu “yo puedo” no está muerto, solo está tomando un break. Y tú tienes el poder de reanimarlo con fe, paciencia y acción.

Recuerda esto:

“Tú puedes no porque todo esté perfecto, sino porque estás dispuesto a intentarlo aunque no lo esté.”

Hoy es un buen día para mirar tu reflejo con amor, para levantar la frente aunque te tiemblen las rodillas, y para decir:

“Voy con todo, aunque sea poquito a poquito.”

Porque dentro de ti habita una fuerza que, aunque a veces esté resfriada… siempre puede curarse.

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