¿Alguna vez sentiste que el universo te tenía en la mira? Como si justo cuando te arreglas bien, ¡zas! te cae la lluvia; cuando vas llegando a tiempo, el semáforo decide ponerse eterno; o peor aún, cuando alguien no te responde el mensaje y tú ya armaste la novela mental de por qué te odia. Bueno, agárrate un té (o un tequila, tú decides) porque esto te va a caer como balde de agua fría… y eso tampoco es personal.
🌊 El golpe no siempre viene con mala intención
Imagínate esto: estás en una lancha en medio de un lago, todo tranquilo, solecito rico, tu musiquita de fondo, tu lunch de aguacate con pan integral… y de repente ¡pum! Te tumba algo y acabas chapoteando. Te das cuenta de que fue otra lancha… con una persona riéndose. ¿Qué harías? ¿Mentadas? ¿Llanto? ¿Chismes con tus amigas? Obvio, te enchilas.
Ahora imagina lo mismo, pero resulta que lo que te chocó fue un tronco flotando. No hay nadie que se ría. ¿Cómo te sentirías? ¿Diferente, verdad?
En los dos escenarios terminaste igual de mojado, igual de empapado, igual sin lunch. Pero en uno sentiste coraje, en el otro solo dijiste: “Ay, qué mala suerte.” Entonces… ¿el problema es lo que pasó o cómo lo interpretaste?
🤯 Aquí va lo chido: no todo gira a tu alrededor (aunque tu ego lo crea)
Esto nos pasa todo el tiempo. Alguien llega tarde y ya pensamos: “no le importo”. Tu pareja está seria y ya te armaste la teoría de que está enojado por algo que tú hiciste. Tu jefa no aprueba tu idea y ya juraste que tiene algo contra ti. Pero, ¿y si esa persona simplemente tuvo un mal día? ¿Y si estaba atrapada en el tráfico o con dolor de panza? ¿Y si su silencio no era por ti, sino por ella misma?
Tomarnos las cosas personal es como si cada tronco que flota por el río de la vida lo sintiéramos como un ataque directo a nuestra existencia.
Mira, según el Taoísmo, la vida fluye como el agua. Y así como el río no se detiene a pedir permiso, las cosas pasan. No siempre tienen una explicación personalizada con tu nombre, tu hora de nacimiento y tu karma. En la Kabbalah se diría que estamos demasiado conectados a Maljut (el mundo de lo aparente) y por eso todo lo interpretamos desde el yo limitado. Pero si conectáramos con la Luz, entenderíamos que nada realmente es contra nosotros… ¡porque nadie puede tocar tu esencia si tú no lo permites!
😮💨 ¿Y entonces qué hago cuando me siento atacado?
Respira. De verdad. Hazlo ahora mismo. Inhala… exhala… y suelta la idea de que todo gira a tu alrededor. Haz el experimento zen: cada vez que algo te moleste, antes de reaccionar, pregúntate: ¿esto de verdad es personal? Nueve de cada diez veces, la respuesta será: no.
Si te metes al tráfico como si fueras el protagonista de una telenovela de sufrimiento, cada bocinazo será una ofensa divina. Pero si lo ves como lo que es —gente tratando de llegar a su destino, igual que tú— entonces hasta puedes poner música, cantar como loco y disfrutar el atasco.
¿Que no te saludaron en la reunión? Tal vez no te vieron. ¿Que te dijeron algo feo? Quizá lo dijeron desde su propio dolor. No es contigo, es con ellos.
Practica el arte milenario del “me resbala con gracia”. Porque, según la Medicina Tradicional China, cuando no tomamos las cosas tan en serio, el hígado (que es el que guarda el coraje) se relaja, la energía fluye mejor, y hasta tu cara cambia. No por nada hay gente que parece eternamente en paz: aprendieron a no cargar lo que no es suyo.
💡 No es dejar de sentir, es aprender a soltar
A veces creemos que no tomarlo personal es volverse indiferente, pero es todo lo contrario. Es ser tan sabio que entiendes que no vale la pena cargar con el enojo ajeno. Es tan profundo como decirle a tu ego: “Tranquilo, no necesitamos ser el centro del drama hoy.”
Y sí, se vale sentir feo. Pero no te quedes ahí. ¿Para qué clavarte en el enojo si puedes usar esa energía para algo que sí te construya? Haz una práctica de respiración, sacúdete con un poco de Qi Gong, sal a caminar como panda en paz por el bosque (aunque sea metafóricamente), o escríbelo, báilalo, hazle Tai Chi a la emoción.
Cuando dejas de tomarlo personal, te liberas. Cuando te liberas, sonríes. Y cuando sonríes, ya nadie te puede mojar el picnic interno.
Así que ya sabes, la próxima vez que te choquen la lancha emocional… voltea a ver si fue alguien burlándose… o solo un tronco flotando. Y aunque fuera alguien… ¿vale la pena dejar que eso determine tu paz?
No cargues lo que no es tuyo. No sufras de más. No tomes veneno por algo que no te tocaba.
Fluye como el agua, sonríe como el sabio, y sigue con tu picnic. 💙




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