A ver… ¿cuántas veces al día te cachas viendo lo que los demás tienen y pensando que te falta algo? Que si el vecino tiene mejor coche, que si la prima ya se casó, que si el amigo subió foto de su viaje a París mientras tú apenas fuiste al Oxxo por unas papas. ¡Ya basta! Este rollo de andar comparándonos es como echarle limón a una herida: arde, duele y lo peor… ¡tú solito lo provocas!
Hoy quiero que hablemos de esto, porque neta es un veneno silencioso que nos baja la autoestima y nos desconecta de la única vida que sí nos pertenece: la nuestra.
💥
Paso 1: Reconoce el monstruo de las comparaciones
Primero hay que ponerle nombre al monstruo para que deje de asustarnos. La comparación viene de estar demasiado enfocados en el afuera. Que si el sueldo del otro, que si el cuerpazo de Instagram, que si los likes del compa… Vivimos en modo observador profesional de vidas ajenas, ¡y eso cansa, caray!
Piensa: ¿qué ganas con eso? En la mayoría de los casos, solo logras sentirte menos. O al revés, te inflas creyendo que eres “mejor” que alguien y luego… ¡zas! La vida se encarga de bajarte del pedestal. Porque, ojo, cuando el foco es el otro, tu paz depende de lo que el otro haga o no haga. Y eso es un boleto directo a la frustración.
🌱
Paso 2: Cambia la mirada (deja de ver la vitrina del vecino y asómate a tu propio jardín)
En vez de pensar en lo que no tienes, haz un pequeño ritual diario: al despertar o antes de dormir, menciona en voz alta 3 cosas chidas que hay en tu vida. Puede ser lo que sea: “amo mi risa”, “tengo amigos que me aprecian”, “qué rico huele mi café por las mañanas”.
Cuando tú te pones en el centro de tu historia, todo cambia. Porque entiendes que no se trata de ser más o menos que nadie: se trata de ser tú. Tú con tus luces, tus sombras, tus chistes malos, tus aciertos y tus metidas de pata.
🧠
Paso 3: Usa el mantra mágico que sí funciona
Cuando el monstruito de la comparación empiece a asomar la cabeza, detente un segundo y repite:
👉 “Yo me amo como soy y admiro la vida que tengo. Admiro mi camino y me siento satisfecho con mis decisiones. Me queda un futuro por construir y un pasado para agradecer.”
Y en cuanto termines, visualiza una pared blanca. Así, simple. Una pared. Sin adornos, sin nada. Eso le da un reset a tu cabeza. Es como apagar el celular cuando se traba: se reinicia todo y dejas de enredarte en esas ideas de “él tiene más” o “yo soy menos”.
💡
El único con quien debes compararte es contigo mismo
La única comparación sana es contigo mismo: con la persona que fuiste ayer y la que quieres ser mañana. Nadie más vive lo que tú vives, nadie más carga lo que tú cargas, nadie más tiene tu historia.
Cada uno anda en su propia carretera. Imagínate lo ridículo que sería que un ciclista se comparara con un avión… ¡pues no! Son vehículos distintos, con rutas distintas. Así somos nosotros.
🚀
Tu reto: Deja de compararte, empieza a admirarte
Hoy quiero proponerte algo: haz un compromiso contigo. Durante una semana, cada vez que sientas ganas de compararte, haz ese ejercicio del mantra y la pared blanca. Y después, escríbeme (o escríbete) cómo te sientes. Porque lo bonito de esto es que, cuando dejas de mirar lo ajeno, empiezas a ver lo mágico que es lo tuyo.
Y si este artículo te hizo clic, compártelo. Porque seguro hay alguien más por ahí que necesita dejar de mirar la casa del vecino y empezar a querer la suya.




Deja un comentario