¡Ey! Espera, no te vayas.
Te juro que esto no es otro sermón de ‘sé positivo’ o ‘piensa bonito’.
Esto es sobre TI, sobre mí, sobre todos los que alguna vez hemos hecho un escándalo interno… por algo que no lo ameritaba.
¿Te ha pasado que algo pequeño se convierte en un huracán categoría 5?
¿Que dices: “NUNCA estás para mí” cuando en realidad… solo no te contestó un mensaje a tiempo?
Ajá… ahí empieza el show.
La trampa silenciosa de la exageración
Te quiero compartir una escena real… que parece telenovela.
Escenario: una pareja.
Él: “Amor, ¿por qué no compraste lo que te pedí?” Ella: “Perdón, no me dio tiempo.” Él: “Ash, nunca tienes tiempo para mí.” Ella: “Ni tú para mí.” Él: “Mejor me largo, me das flojera, no quiero discutir.” Ella: “Pues vete.”
Corte a escena 2, ella con su amiga:
“No sabes lo horrible que me trató. Me dijo que no sirvo para nada, que va a terminar conmigo…” “¿Neta? ¡Ese tipo no te merece!”
Y claro, él por su parte le cuenta al compadre:
“Bro… mi vieja nunca me pela, doy TODO por ella y ni un mísero encargo puede hacer.”
¡Y ya estamos todos montados en la montaña rusa del victimismo turbo!
¡Y todo por… una bolsa de mandado!
¿Por qué exageramos tanto?
Porque queremos atención. Pero no lo decimos así. Lo disfrazamos de enojo, de drama, de indirecta en redes. Porque queremos tener la razón. Y si suena más trágico, más posibilidad de que te digan “¡Tienes razón, pobre de ti!” Porque no sabemos cómo pedir amor sin gritar dolor. Y eso… se siente feo de aceptar.
La verdad incómoda (pero liberadora)
Exagerar nos da una gratificación momentánea… pero nos roba relaciones sinceras.
Nos hace vernos como mártires o héroes… cuando en realidad estamos evitando decir lo que realmente necesitamos.
Y lo peor: nos creemos nuestro propio cuento.
Nos mentimos bonito, mientras destruimos lo que más queríamos cuidar.
¿Entonces qué hacemos?
1. Respira antes de hablar.
En serio, detente 10 segundos antes de decir “nunca”, “siempre”, “todo”, “nada”.
Esos absolutos casi nunca son verdad.
2. Describe, no dramatices.
No digas: “¡Nunca me pelas!”.
Di: “Me sentí ignorado cuando no respondiste el mensaje.”
3. Pide lo que realmente quieres.
No digas: “Quédate si te nace.”
Di: “Quiero que te quedes porque te necesito.”
4. No conviertas el conflicto en espectáculo.
Una cosa es sacar lo que sientes.
Otra muy distinta es actuar para obtener compasión.
¿Y si dejáramos de querer ganar la discusión y empezáramos a ganar comprensión?
¿Y si quitáramos el filtro del drama y pusiéramos el lente de la claridad?
¿Y si en vez de convertirnos en una caricatura de nosotros mismos, nos atreviéramos a ser reales, sinceros y vulnerables… pero sin filtro de Instagram emocional?
Haz el reto de las próximas 24 horas:
No exageres nada.
Ni el tráfico, ni tu cansancio, ni lo que te dijeron, ni lo que no te contestaron.
Solo describe lo que pasó y cómo te sentiste.
Te vas a sorprender del poder que tiene la honestidad sin adornos.
Y si quieres, déjame un mensaje:
¿Qué fue lo último que exageraste y cómo lo contarías ahora sin drama?
¡Vamos a hacer de la sinceridad algo viral!
¿Te hizo clic esto?
Compártelo con alguien que ya se está montando en la “novela de las 9” y necesita bajarse del drama-tren.
¿Te gustaría la versión para WhatsApp, la de 500 caracteres y la imagen del panda en tonos azules para acompañar? Te las preparo en un momentito.




Deja un comentario