¿Te rompieron el corazón? Entonces estás a punto de descubrir tu fuerza más grande.

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A ver, vamos directo al grano…

¿Te han roto el corazón y sientes que ya no puedes más? ¿Sientes que tu mundo se vino abajo con esa última discusión, ese mensaje frío o ese silencio que pesa más que mil gritos?

Sí, duele.

Pero aquí está la verdad que nadie te dice:

Ese dolor es la puerta. No el final.

¿Qué tipo de lágrimas estás llorando hoy?

Primero, quiero que respires hondo…

Y te preguntes con total honestidad:

¿Estás llorando con esperanza o con resignación?

Lágrimas de esperanza son esas que todavía creen que él o ella va a escribirte, que van a cambiar, que se van a dar cuenta de que tú eras “el bueno” o “la buena”. Lágrimas de resignación, en cambio, son las que limpian. Son las que dicen: “ya entendí que esto se acabó”, y aunque duele un chingo, empiezan a soltar.

Y mira, no es que una sea mejor que otra… pero hay algo que tienes que saber:

Las relaciones que van y vienen como yo-yo, a la larga, desgastan más de lo que curan.

Así que si hoy sientes que todo se desmorona, tal vez no es el fin del amor…

Tal vez es el fin de un ciclo que te estaba impidiendo ver el verdadero amor que mereces.

Paso 1: No reprimas el dolor (pero tampoco lo alimentes)

Sí, llora. Saca todo. Desahógate.

Pon canciones tristes, escríbele cartas que no vas a enviar, grita en la regadera si quieres.

Pero no te estanques.

No pongas tu tienda de campaña en el Valle del Desconsuelo.

Ese lugar es para pasar, no para quedarte.

Paso 2: Recuérdate lo que ya sabes (aunque lo hayas olvidado)

La vida ya te enseñó varias veces que puedes levantarte.

Ya te caíste antes. Ya sentiste que no había salida. Y sin embargo, aquí estás.

Respirando.

Pensando.

Buscando respuestas.

Y eso, aunque no lo creas, es un milagro en sí mismo.

Paso 3: No mates el amor. Renuévalo

Lo sé, lo sé… Lo primero que pensamos cuando nos rompen el corazón es:

“¡Ya no quiero amar nunca más! ¡Al carajo el amor!”

Pero piensa esto:

¿Y si esa persona no era el amor? ¿Y si era solo una tapa que no te dejaba ver lo que sí era para ti?

Tal vez no necesitas cerrar la puerta del amor…

Tal vez solo necesitas abrir la ventana de tu conciencia.

Paso 4: Renta tu corazón, no lo entierres

No te estoy diciendo que le des las llaves a cualquiera…

Pero tampoco lo metas en una caja de seguridad con triple candado y contraseña.

Dale permiso a tu corazón de seguir sintiendo.

De enamorarse de cosas pequeñas: una canción, un café contigo, una plática con alguien nuevo, una mañana con sol.

Porque eso es lo que reconstruye:

Volver a sentir.

Pero esta vez con más sabiduría.

Con más fuerza.

Y con más amor, sobre todo por ti mismo.

Reflexión final

Las desilusiones duelen. A veces pareciera que el alma se quiebra en mil pedazos y que nunca más vas a poder juntar los trocitos.

Pero déjame decirte algo que puede cambiarlo todo:

Tal vez no se trata de volver a ser el de antes…

Sino de convertirte en alguien nuevo.

Alguien más sabio. Más fuerte. Más amoroso consigo mismo.

¿Y ahora qué?

No esperes a que esa persona regrese.

No pongas tu felicidad en modo pausa.

No te congeles esperando el “qué hubiera pasado si…”

Hazlo ahora.

Llora, suelta, respira, y camina hacia ti.

Y si quieres un tip extra, aquí va uno que no falla:

Escribele una carta de despedida a esa parte tuya que tenía miedo de soltar.

Agradécele. Abrázala.

Y luego… déjala ir.

Te prometo que lo que viene no solo es mejor… es lo que tu alma ha estado esperando desde siempre.

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