¿Te ha pasado que en un momento de enojo dijiste algo que después ni podías creer? ¿O que lloraste tanto que ni tú sabías por qué seguías llorando? ¿Te enamoraste y luego te sentiste poseído por algo más grande que tú?
—Spoiler: eso también es locura.
Y no, no hablo de la camisa de fuerza ni de películas de terror psicológico. Hablo de esa locura humana, cotidiana, real. Esa que tocas cuando sientes algo tan profundo que por unos minutos desapareces… y lo que queda en ti es solo emoción pura y cruda.
Yo también pensaba que la locura era cosa de otros. Hasta que un día leí algo de Osho que me voló la cabeza:
“Loco es quien está totalmente fuera de sí, así como un iluminado está totalmente dentro de sí.”
Y ahí me cayó el veinte…
¿La locura? Está más cerca de lo que crees.
Vamos a ponerlo sobre la mesa, sin filtros:
Cuando te da un ataque de enojo y no puedes parar… Cuando te da miedo y te paralizas… Cuando la tristeza te hace olvidarte de quién eres… Cuando te enamoras y ves corazones donde hay focas comiendo nieve…
Eso también es un tipo de locura temporal.
No estás “tú”. No decides tú. Actúas, sientes y piensas desde ese lugar emocional tan profundo que te arrastra.
Y ojo aquí: eso no te hace débil, ni “mal”, ni inadecuado.
Te hace humano.
Pero también te da la oportunidad de hacer algo poderoso: volver a ti mismo.
Entonces, ¿qué se hace cuando tocas la locura?
No te voy a soltar el rollo de “contrólate” o “piensa positivo”.
Eso no sirve cuando estás en ese punto.
En cambio, te propongo algo más radical…
Quédate quieto. Calla tu mente. No te muevas. No hagas nada.
Sí, así de simple.
Haz esto paso a paso:
Acuéstate en el suelo. No en la cama, no en el sillón. En el suelo. Que tu cuerpo sienta la Tierra. Cierra los ojos. No intentes calmarte, solo… déjalo todo ahí. No pienses. Deja que la emoción se gaste sola. Se va a ir, como cuando una ola llega y luego se retira. Solo cuando sientas que vuelves a ti, entonces actúa. No desde el enojo. No desde la tristeza. No desde el drama. Desde ti.
Este sencillo ritual ha sido mi salvavidas. Me ha impedido decir cosas que hubieran herido. Me ha evitado tomar decisiones impulsivas. Me ha ayudado a conocerme de verdad.

No le tengas miedo a la locura. Mírala de frente.
Está en todos nosotros. No es un castigo, es una señal de que algo dentro se está moviendo, queriendo ser visto, sentido y comprendido.
Y si aprendes a reconocerla… también aprendes a regresar a ti más consciente, más fuerte y más libre.
Porque el verdadero problema no es perderte.
El verdadero problema es no saber cómo volver.
¿Y ahora qué?
La próxima vez que te sientas fuera de ti…
Haz la pausa.
Haz el silencio.
Hazte presente.
Y si te vibra este mensaje, si sentiste que esto lo necesitabas o alguien más necesita escucharlo…
Compártelo.
Tal vez salves una amistad, una relación, una vida o tu propia identidad.
Y si quieres, cuéntame en los comentarios:
¿cuál fue la última vez que tocaste la locura… y cómo volviste a ti?
Aquí estamos, todos un poco cuerdos, todos un poco locos,
pero aprendiendo a volver.




Deja un comentario