Vamos a ser realistas…
La palabra “meditar” suena bonita, sí, pero también le suena a mucha gente como algo lejano, complejo, casi inalcanzable.
Uno piensa en sentarse en flor de loto, con la espalda más recta que la vara de un escoba, diciendo “ommmm” mientras tratas de no pensar en nada.
Y ahí es donde muchos tiran la toalla antes de empezar:
“Eso no es para mí.”
“No tengo tiempo.”
“Mi mente no se calla ni tantito.”
“Vivo en el caos, no en un templo zen.”
Pero aquí va una verdad que a muchos no les dijeron (y ojalá alguien te la hubiera dicho antes):
Meditar no es lo que crees.
Meditar puede ser justo lo que haces todos los días… pero con intención.
¿Qué pasaría si te dijera que meditar no requiere tiempo extra, ni técnicas especiales, ni siquiera dejar de pensar?
Sí, así como lo lees.
Meditar no es vaciarte.
Es llenarte.
Llenarte del momento presente.
Llenarte de ti.
Porque meditar, como se vive de verdad, no empieza en un templo en Tíbet…
Empieza cuando tú decides ponerle atención plena a algo tan simple como enjabonar tu cuerpo en la regadera.
¿Cómo se hace eso? Paso a paso, con calma:
1. Elige una actividad cotidiana.
Algo que ya hagas. No necesitas añadir nada a tu día. Puede ser bañarte, lavarte las manos, preparar café o tender tu cama.
2. Vívela como si fuera la primera vez.
Siente la textura del jabón. El olor. La temperatura del agua. Cómo se mueve tu cuerpo. Cómo resbala la espuma por tu piel.
3. Quita el piloto automático.
No dejes que tu cabeza se vaya a lo que vas a decir en la junta, a lo que te dijeron ayer o al TikTok que viste hace rato.
Vuelve. Cada vez que te vayas, vuelve. No es error. Eso es la práctica.
4. Hazlo con amor.
Sí, hasta esto se puede hacer con amor. Tócate con cariño. Respétate. Agradécete.
Porque estar contigo, de verdad, es una forma de amor que casi nadie nos enseñó.
¿Por qué esto es tan poderoso?
Porque en un mundo donde todo te jala hacia afuera, hacer una pausa para mirar hacia adentro es revolucionario.
Porque cuando tu mente corre sin freno, lo más valiente no es correr más rápido…
Lo más valiente es detenerte.
Sentir.
Respirar.
Ser.
Yo también pensé que meditar era para gente con mucho tiempo o mucha paz. Hasta que entendí que meditar es justo lo que me hacía falta porque no tenía tiempo ni paz.
No tienes que cambiar tu vida para meditar.
Pero si empiezas a meditar así, tu vida empieza a cambiar sola.
Empiezas a saborear más.
A respirar mejor.
A conectar contigo, sin tener que huir de nada.
Empiezas a vivir… de verdad.
Hazlo hoy. Una sola vez.
Escoge un momento simple, cotidiano.
Y vívelo como si fuera único.
Si te enjabonas el cuerpo, hazlo como si tu piel hablara.
Si preparas tu café, hazlo como si fueras un alquimista.
Si caminas a la tienda, hazlo como si cada paso contara.
Y cuando lo hagas… cuéntamelo.
Escríbeme. Compártelo. Pero sobre todo: siéntelo.
Porque eso que sentiste…
Eso es volver a ti.




Deja un comentario