“¿Y si la estás regando con esa decisión? La fórmula (real) para no volverte loco eligiendo”

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¿Alguna vez sentiste que si tomabas la decisión equivocada, ibas a arruinar toda tu vida?

Sí, así tal cual, como si tu mundo entero dependiera de ese maldito ‘sí’ o ese ‘no’ que no te deja dormir…

Y es que, seamos netas: tomar decisiones puede sentirse como estar parado en medio del cruce más importante de tu vida, con un montón de caminos, luces, ruidos, y todos los autos pitando… ¡pero sin semáforo, sin Waze y sin nadie diciéndote qué rayos hacer!

El corazón dice “¡Avéntate!”… pero la cabeza grita “¡Espérate, te vas a arrepentir!”

Y ahí estás tú… atrapado entre lo que quieres, lo que debes, lo que los demás esperan y lo que a ti te da miedo.

Es normal. Todos lo vivimos. De hecho, si hoy estás leyendo esto, seguramente traes una de esas decisiones atoradas en el pecho.

¿La tomas o no? ¿Cambias o te quedas igual? ¿Le hablas o lo dejas pasar?

La gran trampa: creer que hay UNA sola decisión correcta

Spoiler: no la hay.

La vida no es un examen con una sola respuesta. Es más como un videojuego con muchos finales posibles, y todos dependen de cómo tú decidas jugar.

Pero aquí va lo importante: lo que elijas va a estar bien… si lo haces desde un lugar auténtico.

Entonces, ¿cómo carajos se hace eso?

PASO 1: Deja de futurear como loco

Sí, ya sé… tu mente ama armar novelas:

“Si elijo esto, seguro en 3 años viviré en Islandia con un husky y una banda de jazz…”

“Pero si elijo lo otro, capaz acabo solo, sin dinero y vendiendo limonada en el parque…”

Basta.

No puedes ver el futuro. Ni tú, ni yo, ni Walter Mercado.

Entonces mejor conecta con tu presente, con lo que sientes AHORA, y con lo que sabes HOY.

PASO 2: Pregúntate desde dónde nace esa decisión

Aquí viene la magia. Hazte estas tres preguntas brutales pero liberadoras:

1. ¿Esta decisión nace del miedo o del amor?

2. ¿Lo hago para complacer a otros o para ser fiel a mí?

3. ¿Estoy huyendo de algo… o yendo hacia algo que me inspira?

Estas preguntas no fallan. Te ubican. Te sacan del piloto automático. Te aterrizan.

PASO 3: Escucha tu intuición… esa voz bajita que nunca grita

La intuición no es dramática. No hace berrinches. No argumenta.

Simplemente se siente como una calma interna que te dice: “Por aquí es”.

A veces da miedo seguirla porque no viene con garantías, ni GPS, ni likes asegurados.

Pero, créeme… esa voz sabe más de lo que tu cabeza piensa.

Reflexión: No estás decidiendo tu destino eterno, estás eligiendo tu siguiente paso

Cada decisión es solo eso: un paso. No el final del cuento.

Y cada paso trae lecciones, personas, momentos que te van mostrando el camino.

Así que no busques la “decisión perfecta”… busca la que hoy se alinea contigo.

Porque cuando decides con autenticidad, no hay error posible. Solo evolución.

¿Y entonces? ¿Qué hago con esa decisión que me está comiendo por dentro?

Respira.

Escúchate.

Deja que tu cuerpo, tu corazón y tu intuición se sienten juntos a tomar un café.

Haz silencio.

Y cuando esa sensación interna de paz (aunque sea un poquito) te diga “es por aquí”, da ese paso.

Llamado a la acción (y al corazón):

Cuéntame en los comentarios o mándame un mensaje:

¿Qué decisión te está dando vueltas últimamente?

No estás solo. Vamos a reflexionar juntos, sin juicios, sin “deberías”, solo con pura empatía y conciencia.

Y si este artículo te tocó aunque sea tantito el alma, compártelo.

Tal vez alguien que quieres… necesita exactamente estas palabras hoy.

Spoiler del alma:

Tú ya sabes cuál es la decisión correcta… solo estás esperando el valor para aceptarla.

Y créeme: ese valor ya está dentro de ti.

Nos leemos en el siguiente paso del camino.

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