¿Te has detenido a pensar alguna vez qué pasa realmente cuando amas, ofendes o das algo a alguien? Suena súper profundo, ¿no? Pero antes de que pienses que esto es otro artículo filosófico aburrido, déjame decirte: esto puede cambiar por completo la forma en que ves el mundo y cómo te relacionas con los demás, con tus metas y, más importante, contigo mismo.

Primero, ponte cómodo. Imagina por un segundo que el universo no es esta cosa gigante, llena de estrellas, planetas, y misterios. Imagina que el universo eres tú. Bueno, no solo tú. Tú, yo, tu perro, tu vecino, esa persona que te cruzaste en el metro y hasta el árbol que ves desde tu ventana. Todo, absolutamente todo, está conectado. ¿Raro? Quizás. ¿Mágico? Definitivamente.
Dar es recibir: Así de literal es.
Cuando le das algo a alguien, ya sea amor, palabras bonitas, tiempo o incluso una crítica, ¿a quién crees que se lo das? Al universo. Y si el universo incluye todo, incluyendo a ti, entonces te lo das a ti mismo. Así funciona. Por eso, cuando das amor sincero, cuando sonríes de corazón o incluso cuando ayudas a alguien a cruzar la calle, no solo estás haciendo que esa persona se sienta bien. Te estás llenando tú también. Es como un bumerán invisible que siempre regresa. Y sí, también funciona al revés. Si das odio, quejas o malas vibras, ¿adivina qué vuelve? Exacto, más de lo mismo.
Amar a los demás es amarte a ti.
Aquí es donde empieza a ponerse interesante. Cuando ves a alguien más, no lo veas como un “otro”. Míralo como una extensión de ti. Esa persona, con sus virtudes y defectos, es un reflejo tuyo. Si criticas, si rechazas, si te enojas, ¿a quién estás afectando más? A ti mismo. Pero cuando amas de verdad, sin esperar nada a cambio, estás cultivando algo dentro de ti que nadie te puede quitar. Es un súperpoder.
¿Quieres más amor en tu vida? Dalo. ¿Quieres más gratitud? Practícala. ¿Quieres ser escuchado? Escucha primero. Es casi una ley universal: lo que siembras, cosechas. Y cuando empiezas a actuar desde este lugar, se nota. Te juro que las cosas empiezan a cambiar. No porque “el universo conspira a tu favor”, sino porque tú mismo empiezas a conspirar a tu favor.
El precio de ofender vs. el regalo de apreciar.
Ok, sé lo que estás pensando: “Pero hay personas que simplemente no lo merecen.” Y sí, a veces parece que el mundo está lleno de gente complicada. Pero aquí viene el truco: no lo haces por ellos, lo haces por ti. Cuando ofendes o guardas rencor, ¿a quién estás cargando con esas emociones? A ellos no, créeme. Ellos siguen con su vida mientras tú te llenas de frustración.
En cambio, ¿qué pasa si decides apreciar incluso lo pequeño? Agradecer un momento bonito, una sonrisa o simplemente que estás vivo. Cuando practicas la gratitud y el aprecio sincero, no solo mejoras tu día, sino que empiezas a ver que el mundo a tu alrededor también mejora. Es como si activaras un filtro mágico que te hace ver todo más claro y brillante.
¿Qué puedes ganar? ¿Qué puedes perder?
Mira, esto no es algo que se trate de “ser perfecto” o “vivir en modo zen” todo el tiempo. Es más práctico que eso. Cuando entiendes que todo lo que das y recibes se queda en este gran círculo llamado universo, puedes empezar a decidir conscientemente qué quieres sembrar en él.
• ¿Qué puedes ganar? Relaciones más auténticas, menos estrés, más paz mental, y una sensación brutal de conexión con todo lo que te rodea. Básicamente, te ganas a ti mismo.
• ¿Qué puedes perder? El peso de los rencores, las críticas y las frustraciones que no te dejan avanzar. Es como limpiar el polvo de una ventana y, de repente, ver un paisaje hermoso que siempre estuvo ahí.
La próxima vez que actúes, pregúntate: ¿A quién se lo estoy dando?
Piensa en esto la próxima vez que hables, actúes o incluso pienses. Si el universo es un espejo y todo lo que das vuelve a ti, ¿qué quieres reflejar? ¿Qué quieres recibir? Porque, al final del día, cuando amas al exterior, te estás amando a ti mismo. Y cuando ofendes, ¿a quién crees que estás lastimando más? Exacto.
El poder está en tus manos.
Así que aquí va mi reto para ti: empieza hoy. Da una sonrisa, un agradecimiento, un acto de amor, aunque sea pequeño. No lo hagas esperando algo a cambio, hazlo porque el universo eres tú. Y te aseguro que pronto notarás cómo esa energía empieza a volver, una y otra vez. Más grande, más luminosa y más transformadora.
Al final, ¿qué tienes que perder?



Deja un comentario