¿Cómo es tu Dios? La pregunta que puede cambiar tu vida

Written by:

Estaba en una clase de tanatología cuando mi maestra lanzó una pregunta que me sacudió el alma. Una de esas preguntas que no solo te hacen pensar, sino que te obligan a mirar dentro de ti con una lupa. Antes de contarte cuál fue, déjame ponerte en contexto.

Estábamos hablando de religiones. Un compañero dijo, muy tranquilo, que era ateo; otra compañera, con brillo en los ojos, aseguró que ser cristiana era lo mejor que le había pasado. Otro mencionó que era católico, y una chica al fondo explicó que el budismo era lo suyo. Todo iba bien, un intercambio respetuoso y abierto, cuando la maestra, en ese tono sereno que te da más curiosidad que calma, dijo:

“No voy a hablar de sus religiones, pero sí les voy a hablar de Dios. Ahora quiero que me respondan esto: ¿Cómo es su Dios?”

Boom.

Una bomba de palabras que estalló en silencio.

¿Cómo es tu Dios?

No importa si crees o no, si te consideras espiritual o si piensas que todo esto es una tontería. Detente un segundo y pregúntate: ¿Cómo es tu Dios?

¿Es un Dios que te ama, que te entiende, que está a tu lado en los momentos más oscuros? ¿O es un Dios lejano, poderoso pero indiferente, que solo observa desde las alturas? ¿Es alguien con quien puedes hablar, o es una energía, una luz, algo que sientes pero no puedes describir?

Y si no crees en Dios, ¿qué pasa? ¿Es ese vacío un espacio de libertad o de búsqueda?

Lo que puedes ganar (y lo que puedes perder)

Mira, este no es un artículo para convencerte de nada. No quiero criticar tus creencias, ni cuestionarte, ni hacerte sentir que estás equivocado. Pero sí quiero invitarte a reflexionar, porque cuando descubres cómo es tu Dios, empiezas a entender cómo te ves a ti mismo.

Si tu Dios es amoroso, probablemente te permites amarte un poco más. Si es castigador, quizás vives con miedo o culpa. Si es lejano, puede que sientas un vacío que no sabes cómo llenar. Pero si tu Dios es cercano, si lo sientes como un aliado, entonces es posible que encuentres consuelo incluso en los peores momentos.

¿Te das cuenta de lo que puedes ganar al responder esta pregunta? Una conexión más profunda contigo mismo, con tus valores, con lo que te mueve. Y lo que puedes perder… bueno, solo tus dudas, tus miedos, ese sentimiento de estar desconectado.

El punto de vista del otro

Cuando mi maestra hizo esa pregunta, no estaba interesada en la respuesta religiosa de cada quien. Ella quería que entendiéramos algo más grande: que todos tenemos una percepción única de lo divino. Y aunque nuestras ideas puedan parecer opuestas, todas son válidas porque parten de una experiencia personal.

Tal vez tu Dios no se parece al mío, pero eso no significa que uno esté mal y el otro bien. Significa que ambos estamos tratando de responder a la misma pregunta, desde lugares diferentes. ¿No es eso increíble?

Un llamado a la acción

Si nunca te has preguntado cómo es tu Dios, este es el momento perfecto para hacerlo. Cierra los ojos, respira profundo y pregúntate: ¿Cómo lo imagino? ¿Cómo lo siento? ¿Qué palabras usaría para describirlo? Y si sientes que no tienes respuesta, no pasa nada. Puedes empezar ahora mismo a construir esa relación, a buscar en lo profundo de tu corazón lo que resuena contigo.

Porque al final, no importa si tu Dios es un padre amoroso, una luz infinita, un refugio en tus tormentas o un simple “no sé”. Lo importante es que tengas una conversación honesta contigo mismo. Y en ese diálogo, quizás encuentres algo que ni siquiera sabías que buscabas.

Entonces, dime: ¿Cómo es tu Dios?

Te leo en los comentarios. Porque esta pregunta no tiene una sola respuesta, pero todas son igual de valiosas.

Deja un comentario