Voy a ser directa: ¿alguna vez te has sentido completamente desconectado de tu vida? Como si estuvieras en piloto automático, haciendo cosas que ni siquiera sabes por qué haces. Si es así, no te preocupes, no estás solo. De hecho, lo que probablemente te está faltando es un balance entre tres energías básicas: instinto, obligación y placer.
¿Y por qué importa? Porque si alguna de estas energías domina completamente tu vida, te pierdes. Sí, te pierdes de ti mismo, de tus sueños, de lo que te hace vibrar. Así que, aquí va mi propuesta: vamos a explorar cómo estas energías funcionan y, sobre todo, cómo puedes usarlas para crear una vida que realmente te llene.
Primero: Instinto, tu brújula natural
El instinto es esa parte tuya que no cuestiona nada. Simplemente sabe. Te despiertas, te cepillas los dientes, respiras, ayudas a alguien sin pensarlo. Es algo básico, pero increíblemente poderoso.
El problema surge cuando dejamos que el instinto tome las riendas de todo. Si solo vives por instinto, te conviertes en alguien que reacciona, pero no decide. No eliges tus metas, no piensas en lo que realmente quieres. ¿Y sabes qué se pierde? Tu poder de elegir por ti mismo.
Pero ojo, el instinto es una herramienta, no un enemigo. Úsalo para detectar lo que te mueve de manera natural. Por ejemplo, ¿qué te entusiasma sin que nadie te lo pida? Esa es una pista de lo que puede darle sentido a tu vida.
Después: Obligación, la base del crecimiento
Todos tenemos cosas que tenemos que hacer, te guste o no. Trabajar, pagar cuentas, cuidar a los demás, cumplir con compromisos. Y claro, la obligación puede sentirse como un peso, pero, ¿y si te dijera que también es una oportunidad?
Las obligaciones no son el enemigo; son el motor que te lleva a lugares que de otra manera no alcanzarías. Sí, hacer ejercicio puede sentirse como una lata, pero esa constancia es la que te da salud y fuerza. A veces necesitas hacer cosas que no te gustan para convertirte en quien realmente quieres ser.
Eso sí, cuidado: si todo en tu vida es obligación, corres el riesgo de convertirte en un robot sin alma. Y ahí es donde entra el tercer elemento…
Por último: Placer, la chispa de la vida
Ah, el placer. Ese café en la mañana que te sabe a gloria, esas risas con tus amigos, esa serie que te engancha tanto que terminas viendo seis episodios de golpe. El placer es lo que hace que la vida valga la pena vivirla.
Pero aquí hay un truco: si solo vives por placer, es fácil perder el rumbo. Te conviertes en alguien que busca la próxima gratificación inmediata, pero no construyes nada duradero. Y aunque eso suena tentador a corto plazo, a largo plazo te deja vacío.
Entonces, ¿cómo integrarlo? Haz del placer una recompensa, algo que celebre tus logros y tus esfuerzos. Planifica tus momentos de disfrute como planificas tus metas. ¿Te imaginas trabajar con amor y después disfrutar de un momento solo para ti, sin culpa? Es el equilibrio perfecto.
¿Cómo funciona esto en la vida real?
Te voy a contar cómo lo hago yo:
• Instinto: Me despierto, respiro, me cepillo los dientes, ayudo a los demás de manera espontánea.
• Obligación: Trabajo en mis proyectos, hago ejercicio (aunque no siempre me encanta), como saludable.
• Placer: Paso tiempo con mi familia, comparto ideas con ustedes (¡como ahora!), y me doy mis gustitos, porque me lo merezco.
¿Ves cómo todo se conecta? La clave no está en elegir una energía sobre otra, sino en darle su espacio a cada una.
Y ahora, tú: ¿cómo lo vas a aplicar?
Hoy quiero retarte: antes de que termine el día, identifica al menos una cosa que harás por instinto, una por obligación y una por placer. Escríbelo, hazlo consciente, y fíjate cómo te sientes al final del día.
Porque, al final, el equilibrio no es un destino; es una práctica. Si aprendes a mantener estas tres energías en armonía, descubrirás algo increíble: la vida no solo se trata de sobrevivir, se trata de disfrutarla mientras creces.
Entonces dime, ¿qué harás hoy por instinto, obligación y placer? ¡Cuéntamelo, porque quiero saber cómo encuentras tu equilibrio!




Deja un comentario