¿Te has encontrado alguna vez en la situación donde tu lista de tareas parece un pergamino interminable, tipo aquellos que los reyes usaban para leer los nombres de todos los nobles del reino? Estás ahí, mirando ese monstruo de pendientes, y te preguntas: “¿Cómo demonios voy a hacerlo todo?” Y la respuesta, mi querido amigo, es que no deberías hacerlo todo tú solo.
Mira, la verdad es que la cultura del “superhéroe solitario” nos ha lavado un poco el cerebro. Nos vendieron la idea de que ser productivo es igual a ser capaz de hacerlo TODO sin ayuda. Pero aquí viene la dura realidad: Los superhéroes son ficticios, y además, incluso Batman tiene a Alfred para que le prepare la cena. Así que, ¿qué te hace pensar que tú deberías poder hacerlo todo sin apoyo?
Delegar no es fallar. De hecho, delegar es lo más sabio y compasivo que puedes hacer por ti mismo y por tu proyecto. Y la clave está en aprender a soltar. Soltar el control absoluto (que, por cierto, es una ilusión), soltar la idea de que nadie más puede hacerlo tan bien como tú. Spoiler: A veces, otros pueden hacerlo incluso mejor. Y está bien. Porque mientras ellos se encargan de esa parte, tú puedes concentrarte en lo que realmente te importa y para lo que tienes un don especial.
Ahora, hablemos de un ejercicio sencillo para empezar a delegar:
Ejercicio para aprender a delegar: El “Rueda y Elige”1. Haz una lista de tus tareas: Toma una hoja de papel (o una nota en tu computadora) y escribe absolutamente todo lo que tienes que hacer esta semana. Desde las tareas más pequeñas, como responder emails, hasta las grandes, como crear una estrategia de marketing para conquistar el mundo. 2. Divide en 4 categorías: • Lo que solo tú puedes hacer: Esto es algo que requiere tu experiencia única, tu visión, o tiene un toque tan personal que no se puede delegar. Piénsalo bien, porque a veces creemos que todo está en esta categoría, y no es así. • Lo que odias hacer: No te gusta y, sinceramente, no eres tan bueno haciéndolo. Aquí es donde muchas de tus energías se drenan. Tal vez sea contabilidad, diseño gráfico, o lidiar con mil mensajes sin sentido. • Lo que te gusta, pero no es necesario que hagas tú: Quizás disfrutes programar el contenido en redes, pero te das cuenta de que alguien más podría hacerlo perfectamente y tú podrías aprovechar ese tiempo en algo más estratégico. • Lo que otros pueden hacer mejor que tú: Admite que hay tareas en las que eres un aprendiz comparado con otros. ¿Es hora de que alguien experto tome el mando? 3. Elige qué delegar: • Todo lo que esté en “lo que odias hacer” y “lo que otros pueden hacer mejor que tú” va directo a la lista de delegación. Empieza con una o dos tareas. ¡No te agobies pensando en pasarle todo a otros! Paso a paso. 4. Encuentra a la persona adecuada: Puede ser alguien en tu equipo, un freelancer, o un colega que está dispuesto a colaborar. No tienes que contratar a un ejército; a veces basta con que un buen asistente virtual te quite un par de cosas de encima para notar la diferencia. 5. Deja ir y confía: Aquí está la magia. Entiende que cuando delegas, no solo te estás liberando a ti, sino que le estás dando a alguien más la oportunidad de brillar. Dale contexto, explica claramente qué necesitas, pero luego… suelta. No microgestiones, no estés encima como el abuelo con la caña de pescar. Confía en que lo harán bien.
Delegar es un acto de amor propio y de sabiduría. Es como cuando en una banda cada miembro toca su instrumento. Tú eres el director de tu orquesta personal. Y en lugar de intentar tocar todos los instrumentos a la vez, ¿por qué no dejas que los otros músicos brillen? Así, en lugar de un concierto caótico, obtendrás una sinfonía hermosa donde tú puedes concentrarte en dirigir y disfrutar.
Entonces, ya lo sabes: la próxima vez que sientas que el estrés te está aplastando, recuerda que no tienes que hacerlo todo solo. Delegar es de sabios, y además, hace que todo el proceso sea mucho más divertido. ¡Vamos, suelta esa carga y empieza a confiar en tu equipo!




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