Cómo echar la mano sin ser el sabiondo de turno

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Oye, ¿te ha pasado que ves a un amigo o a un familiar en un apuro y de volada saltas con un “Déjame decirte exactamente qué tienes que hacer”? A todos nos ha pasado. Creemos que tenemos el manual de la vida bajo el brazo y que nuestras soluciones son magistrales. Pero, vamos, ser sinceros, ¿cuántas veces no hemos metido la pata intentando ser el héroe sin capa?

Resulta que ser espiritualmente maduro no se trata de resolverle la vida a los demás. Más bien, va de saber cuándo es momento de callar, escuchar y dejar que cada quien encuentre su camino. Aquí te paso un par de tips para que la próxima vez puedas realmente ayudar, sin caer en el “yo sé todo”:

Antes de soltar la sopa…

  1. Checa si te van a pelar. No tiene caso dar consejos si ya sabes que van a entrar por un oído y salir por el otro.
  2. Hazlo con amor. Si vas a decir algo, que se note que es porque realmente te importa la persona, no porque quieres sentirte superior.

Ejercicios para cambiar tu rollo

Internamente:

  • Reflexiona sobre tu fuerza. ¿Estás usando tu energía para mandonear en vez de ayudar? Piensa cómo puedes cambiar eso.
  • Sal del spotlight. Si siempre buscas ser el centro de atención, prueba qué se siente ser el que apoya desde la sombra.

Externamente:

  • Pausa antes de hablar. Tanto en las buenas como en las malas, detente un segundo y piensa por qué quieres decir lo que estás por decir. ¿Realmente ayudará?
  • Haz una buena acción en secreto. Ayuda a alguien o a alguna causa, pero sin decir quién fue. Sin buscar reconocimiento.
  • Practica la empatía. Trata de ver las cosas desde el punto de vista del otro. Intenta sentir lo que ellos sienten, aunque sea un momentito.

Ser más consciente de cómo y cuándo ofrecemos nuestra ayuda puede hacer una gran diferencia. Y quién sabe, tal vez descubras que escuchar es más poderoso que dar mil consejos. ¿Te animas a probar estos cambios? ¡Podrías sorprenderte del impacto que tienen!

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