¿Alguna vez te has sentido como si estuvieras perdiendo el control? Imagina tu alma como un barreño lleno de agua tranquila. Tus pensamientos y emociones son como rayos de luz que se reflejan en esa superficie serena. Pero, ¿qué pasa cuando el agua se agita? Los reflejos se distorsionan, y aunque los rayos de luz siguen siendo los mismos, parecen moverse y cambiar.
Así es como nos sentimos cuando las cosas se salen de control. No son nuestras habilidades o virtudes las que se desvanecen; es nuestro espíritu, el agua tranquila, el que se ha agitado. Y cuando nos sentimos abrumados o desfallecemos, no es que hayamos perdido nuestras capacidades, sino que hemos perdido momentáneamente la claridad para verlas.
Pero aquí viene la parte reconfortante: al igual que el agua se calma con el tiempo, también lo hace nuestro espíritu. Y con esa calma, nuestras virtudes y habilidades resurgen, tan firmes y brillantes como siempre.
Entonces, ¿te equivocaste un poco o mucho? No te preocupes. Equivocarse es parte del viaje. No significa que tu libre albedrío haya desaparecido. Solo significa que lo dejaste de lado por un momento. Pero está ahí, esperándote, siempre listo para que lo retomes y sigas adelante.
Recuerda, la turbulencia es solo temporal. No afecta a las herramientas y objetivos que has estado cultivando. Así que detente un momento, respira hondo y recupera la compostura. Tu sabiduría, tu fuerza y tu libre albedrío están ahí, pacientemente esperando a que te reencuentres con ellos.




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