Entre el Deseo y el Ser: La Autenticidad del Querer

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En el teatro de la vida, los deseos son actores que a menudo se roban el espectáculo. Nos seducen con promesas de felicidad y plenitud, pero no sin un precio. El poder, la riqueza, la tranquilidad, el ocio, los viajes, la sabiduría: todos tienen su encanto, pero también el potencial de convertirnos en títeres de nuestras propias ansias.

La sabiduría de los antiguos nos advierte: es el ansia desmedida, no el objeto del deseo, lo que nos encadena. Es fácil ver cómo el deseo de poder y riqueza puede corromper, pero incluso el anhelo de cosas aparentemente benignas como la calma y el conocimiento puede llevarnos a la subordinación. Cuando nuestros deseos se desbocan, se convierten en barreras, en impedimentos para la libertad verdadera.

Sin embargo, hay una luz de esperanza en las enseñanzas de los sabios. No nos piden que renunciemos al placer de vivir, sino que moderemos nuestro deseo. No es malo querer, pero sí lo es ser esclavos de ese querer. El deseo incesante es un campo fértil para la decepción y la vulnerabilidad. Sea cual sea nuestra aspiración, desde las más mundanas hasta las más elevadas, estamos sujetos al caprichoso juego del destino.

Pero, ¿y si eligiéramos desear lo correcto? «Es el privilegio de los dioses no desear nada, y de hombres divinos desear lo correcto». Este principio nos insta a alinear nuestros deseos con nuestra esencia, con lo que realmente controlamos. Al desear con sabiduría, nos liberamos de las cadenas de la expectativa y abrazamos la autenticidad del ser.

En cada paso que damos hacia nuestros objetivos, debemos preguntarnos: ¿Soy yo quien domina mis aspiraciones, o son ellas las que me tienen a mí bajo su yugo? La respuesta nos llevará a una vida donde los deseos son nuestros aliados y no nuestros amos, donde cada anhelo es un reflejo de nuestra verdad más profunda y no una huida de ella.

Así que, amigo lector, cuando te encuentres navegando el mar de los deseos, recuerda que la clave no está en suprimirlos, sino en elegirlos con el corazón y la mente en concordia, en deseos que resuenen con tu ser y no que lo desvíen de su curso. En esta elección reside la auténtica libertad, en este acto de voluntad se encuentra la verdadera dicha.

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