¿Te has preguntado alguna vez si tu humildad está lo suficientemente disciplinada y enfocada? Si no lo has hecho, ¡es hora de empezar a pensar en ello! A veces pensamos que ser humildes significa que tenemos que aceptar todo lo que nos digan y mantenernos callados ante la perversidad, pero no es así. La humildad debe ser disciplinada y tener un enfoque claro para poder decidir cuándo aceptar compromisos y cuándo decir «no, gracias».
Y eso no es todo, la humildad también debe incluir respeto y temor reverencial por las personas y experiencias ante las cuales estamos parados humildemente. Si sentimos que nuestra humildad es deficiente, debemos preguntarnos si es porque no estamos respetando a los demás lo suficiente.
Para mejorar nuestra disciplina en la humildad, un buen ejercicio es concentrarnos en nuestra renuencia a comprometernos en ciertas áreas y observar si esa renuencia viene de un lugar sano y humilde o si estamos siendo demasiado tercos y arrogantes.
En resumen, ser humilde no significa ser pasivo ante todo lo que nos rodea, sino tener la disciplina necesaria para saber cuándo aceptar compromisos y cuándo mantenernos firmes en nuestras convicciones, siempre con respeto y temor reverencial por los demás. ¡Recuerda que la humildad es una virtud que puede hacernos más fuertes y sabios!
