¡Hey, amigos! Hoy quiero platicarles sobre algo que he estado reflexionando últimamente: el amor en la disciplina. ¿Se han dado cuenta de que cuando establecemos reglas, esperamos cierto comportamiento de las personas y hasta juzgamos a veces, lo hacemos porque en realidad las amamos? ¡Sí, así como lo oyen!
Resulta que la disciplina, incluso el juicio hacia los demás, puede ser una expresión de amor. No se trata de venganza ni de ser intolerantes, sino más bien de querer que las personas sean lo mejor que puedan ser. Es como cuando castigas a un niño por haberse portado mal, no lo haces por odio, sino porque lo amas y deseas enseñarle a comportarse adecuadamente.
Jésed de Guevurá es como el amor en la disciplina, es la conciencia de que detrás de la disciplina y el juicio hay un amor intrínseco. Es reconocer que cuando imponemos disciplina en nuestra propia vida o esperamos que otros la tengan, lo hacemos desde el amor. No se trata de juzgar a los demás, sino de amarlos y desear que sean lo mejor que puedan ser.
Así que, antes de criticar a alguien, es bueno que nos hagamos algunas preguntas. ¿Nuestro juicio está teñido por nuestro propio desdén o irritación? ¿Sentimos alguna satisfacción oculta en el fracaso del otro? ¿Realmente lo hacemos por amor al otro? Es importante reflexionar sobre nuestras intenciones y asegurarnos de que provienen del amor genuino hacia los demás.
Como ejercicio del día, te propongo algo: antes de criticar a alguien hoy, piénsalo dos veces. ¿Lo haces por preocupación y amor? Recuerda que la disciplina y el juicio pueden ser manifestaciones de amor, y siempre es bueno asegurarnos de que nuestras acciones provengan de un lugar de genuino cariño hacia los demás.
¡Así que a amar y disciplinar con amor, amigo mío! Nos vemos en la próxima. ¡Hasta luego!
