La certeza es lo último que muere; de hecho, la certeza nunca debe apagarse, es mucho más fuerte que hasta la misma suerte; la certeza mueve montañas, nos hace cambiar, nos hace desear y nos convierte otra vez en niños.

Cuando era niño me dijeron que a la primera estrella que apareciera en el cielo le pidiera un deseo y que éste se me cumpliría. Todas las noches de mi infancia buscaba un nuevo deseo por pedir, era el mejor momento de mi día, sabía que algo mágico sucedería sin darme cuenta de que lo que estaba haciendo día con día era construir mi certeza.

Ya adolescente, me sentía muy adulto diciendo que eso era para niños, pero crecí y descubrí que no podía perder la certeza y volví a creer que la estrella me cumpliría todo lo que le pidiera, pero era más esa sensación de desear con los ojos cerrados; y puedo jurar que muchas cosas se cumplieron.

Hoy, frente a lo oscuro de la noche, veo la primera estrella y sonrío y me acuerdo de mi niño interno deseando miles de juguetes, y no hay día que no pida un deseo a la primera estrella.

Si alguna vez haces esto, no pierdas la costumbre; y si nunca lo has hecho, te has perdido de muchos deseos por cumplirse, pero el día de hoy puedes empezar, no te arrepentirás.