Hay tres tópicos en los que ha de ejercitarse el que haya de ser bueno y honrado: el relativo a los deseos y los rechazos, para que ni se vea frustrado en sus deseos ni vaya a caer en lo que aborrece; el relativo a los impulsos y repulsiones y, sencillamente, al deber, para que actúe en orden, con buen sentido, sin descuido; el tercero es el relativo a la infalibilidad y a la prudencia y, en general, el relativo a los asentimientos.
De ellos el más importante y el que más urge es el relativo a las pasiones. Pues la pasión nace no de otro modo, sino al frustrarse el deseo o al ir a caer en lo que se aborrece.
EPICTETO
Hoy vamos a enfocarnos en las tres áreas de entrenamiento que definió Epicteto.
Primero debemos tener en cuenta cuáles son nuestros deseos y cuáles son nuestros rechazos.
¿Para qué?
Para que persigamos lo bueno y evitemos lo malo. No es suficiente con escuchar a tu cuerpo, porque con frecuencia lo que nos atrae nos lleva por mal camino.
En segundo lugar, debemos examinar nuestros impulsos al actuar; esto es, nuestros motivos.
¿Estamos haciendo las cosas por las razones correctas?
¿O actuamos porque no nos hemos parado a pensar y creemos que tenemos que hacer las cosas de ese modo?
Por último, hablemos del juicio. Nuestra capacidad para ver las cosas con claridad y como es debido cuando empleamos el mayor regalo que nos ha dado la naturaleza: la razón.
Estas son las tres áreas de entrenamiento, que en la práctica están inevitablemente unidas.
Nuestro juicio influye en lo que deseamos; nuestros deseos y nuestro juicio influyen en cómo actuamos.
No obstante, no podemos sencillamente esperar a que eso ocurra. Debemos dedicar tiempo de verdadera reflexión y energía en cada aspecto de nuestra vida.
Si lo hacemos, encontraremos la claridad y el éxito.
