
Una historia del Midrash nos dice que los israelitas seleccionaron cuidadosamente sólo las piedras más perfectas y hermosas para la construcción del Templo. En el proceso encontraron una piedra imperfecta y la arrojaron a un lado creyendo que no era lo suficientemente buena. ¡Únicamente las piedras más finas podían ser utilizadas para crear tal espacio sagrado! Sin embargo, cuando estaban listos para colocar la última piedra, éstas se habían acabado. Solamente necesitaban una piedra más para completar el Templo. Desesperados, los constructores buscaron la piedra imperfecta.
Cuando la encontraron y la colocaron en el último espacio, el cual estaba destinado a ser el Santo Santorum (una cámara reservada para la presencia de Dios y a la que únicamente podía entrar el Sumo Sacerdote en Yom Kipur) descubrieron, para sorpresa de ellos, que la piedra calzaba perfectamente. La piedra imperfecta completó la construcción del Templo.