Se dice que los monjes iluminados, bendicen todo lo que ven…
Nosotros podemos hacer este ejercicio:
Durante todo el día, bendigamos lo que veamos, sean seres vivientes o cosas.
Cuando se logra transformar la mirada en bendición constante se llega a la mirada mágica. Esta mirada dice: “Cuando te observo no te poseo, no te critico, no te juzgo, no voy a pedirte nada ni a darte nada, sólo me comunico contigo. ¿Tienes necesidad de mí?. ¡Aquí está mi Ser esencial!”

No hay nada personal en esta mirada. El que mira y el mirado se comunican de alma a alma.Si de esta manera observamos a la gente que conocemos o aquellas con las que te debemos relacionarnos, nuestra vida cambiará.
En nuestro hogar y observemos a todos los objetos con los cuales convivimos, observemos todos los recuerdos que encierran, observemos a todos nuestros familiares, y por sobre todo, observemos la mirada que tienen, y constatemos hasta que punto sus ojos ven y cuáles son sus límites… Pongamonos en su lugar, tratemos de comprenderlos y aceptar que sufren.
Cualquier tipo de mirada que no sea mágica, nos sumerge en el sufrimiento… No nos preocupemos si descubrimos en sus miradas sentimientos agresivos. Si nos hemos liberado del ego artificial, sabremos transformar las agresiones en manifestaciones de amor. Hay miradas que son muros que encierran a las mentes en calabozos. Cuando nuestra mirada se abre, otorga a los prisioneros una luz de libertad.