Ordinario

el
Ordinario

Nadie es capaz de describir lo espiritual sino comparándolo con cosas ordinarias.
Una escritura describe el mundo divino como un “paraguas de protección.” Otro dice
que dios es luz.

El paraíso se supone que esté en el cielo, e incluso los ascetas
que han rechazado el sexo usan imágenes eróticas para describir la iluminación. La
gente tiene que recurrir a la metáfora para establecer lo divino.

Incluso se han inventado lenguajes esotéricos que desconciertan a los que son
ajenos.

Eso le parecen las palabras sagradas a los no iniciados. Después que uno
aprende a leerlas, su mensaje comienza a ser asimilado. Ya no nos preocupamos
acerca de las imágenes, porque hemos encontrado la verdad que las palabras estaban
indicando.

Cuando compras algo que tiene instrucciones para armar, sigues las indicaciones,
pero no veneras luego las instrucciones. El logro espiritual no es diferente. Una
vez que lo has obtenido, las instrucciones se vuelven secundarias.

La espiritualidad alcanzada no es diferente del partido de pelota que juegas, del
trabajo que realizas, del auto que manejas, del amor que haces.

Si siempre
consideras al Tao como extraordinario, entonces permanece desconocido y fuera de ti
mismo –un mito, una fantasía, una cantidad innombrable-.

Pero una vez que lo
conoces, es tuyo y es parte de tu vida cotidiana.

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