La perspicacia del Hombre Ciego

Cierto día en que se esperaba que el rey cruzara en su viaje por cierta aldea, sus habitantes se reunieron para verle pasar. Aunque ciego, el maestro Sheshet se unió a los demás, mientras esperaban pacientemente la llegada del rey. Sabiendo que aquel gran maestro era ciego, un cínico dijo:

La gente lleva cántaros al río para recoger agua, ¿pero de que sirve llevar un cántaro roto al río?

A lo que el maestro Sheshet respondió

¡Hombre estúpido! Te demostraré que no solo voy a saber cuándo llega el rey, sino que además voy a ser capaz de comprender lo que sucede mejor que tú, que disfrutas de la vida.

Entonces apareció una legión de soldados y el cínico se unió a la multitud gritando:

¡Ahí llega el rey!

No, no es él, dijo el maestro.

Y, tal como había predicho, la legión pasó sin el rey. Una segunda legión bajó por el camino hacia el centro de la aldea, y de nuevo el cínico y la multitud gritaron:

¡Ahí llega el rey!

Y de nuevo el maestro dijo que el rey no venía allí, y una vez más resultó ser cierto.

Una tercera legión pasó, y esta ve la multitud guardó silencio, mientras el maestro Sheshet exclamaba:

¡Ya viene el rey!

Y, cuando vio al rey, el cínico preguntó confundido:

¿Cómo pudo saberlo?

El maestro respondió:

Una vez hace mucho tiempo, se esperaba el paso de Dios. Un viento terrible sopló en las montañas, y hasta las tocas mas grandes quedaron convertidas en guijarros, pero Dios no estaba en el viento.

Después del viento llegó un temblor, pero Dios tampoco estaba allí. Más tarde vino un fuego, pero el Soberano celeste no se encontraba en el fuego.

Y, después del fuego, se escuchó una suave vocecita, y se encontró a Dios en aquel silencio. Y hoy fue el silencio de la multitud el que me avisó de la llegada del rey.

Mientras pasaba la procesión, el maestro Sheshet ofreció una bendición apropiada para un Rey al que no podía ver, y el cínico comprendió que ciertamente, el maestro ciego también había sido bendecido.

Todos los seres humanos tenemos un valor que puede ser visible o invisible. Aquellos que tienen algún desafío físico o psicológico reciben a menudo la bendición de una comprensión y una sensibilidad enormemente acrecentadas. Estas personas suelen manifestar el mayor de los aprecios por el mundo, por su belleza y su orden, debido al esfuerzo excepcional que han tenido que hacer para percibir el entorno en el que viven.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Arturo dice:

    Excelente mensaje, bendiciones prof.

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